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Bosques y Poesía







El Bosque Amigo


En las sendas pensamos cosas puras,
uno al lado del otro, fugitivos,
cogidos de la mano, y pensativos
en medio de las flores más oscuras.
Íbamos solos, como enamorados,
entre la verde noche del sendero,
compartiendo el fugaz fruto hechicero
del astro que aman los enajenados.
Después, muy lejos, en la sombra densa
de aquel íntimo bosque rumoroso,
morimos -solos!- sobre el césped blando.
Y arriba, en medio de la luz inmensa,
¡oh, amigo del silencio más hermoso,
nos encontramos otra vez, llorando!

Paul Valéry



El Bosque De Bambú de Poetas chinos


Sentado solo, en el bosque de bambú,
toco el laúd, silbo largo tiempo.
Al bosque profundo la gente no lo conoce,
la luna brillante viene y acerca su claridad.






El bosque ausente

El alto cedro solo en la ladera
llora sus sino de superviviente
¡Cuánto huracán y cuáto fuego siente
roto contra su pecho de madera!

La tempestad rindióle su bandera.
Forjó el alud su gesto combatiente.
Y hoy es el capitán de un bosque ausente
sobre los hombros de la cordillera.

Podéis oír al viento todavía
agitar ese bosque en cada una
de sus ramas. Un pájaro de hielo

se posa sobre su melancolía.
Y lo vigila, leñador, el cielo
con el hacha menguante de la luna.

Salustiano Masó






BOSQUE

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por Ángel González [Ángel_González_]
22-09-2004


Cruzas por el crepúsculo.
El aire
tienes que separarlo casi con las manos
de tan denso, de tan impenetrable.
Andas. No dejan huellas
tus pies. Cientos de árboles
contienen el aliento sobre tu
cabeza. Un pájaro no sabe
que estás allí, y lanza su silbido
largo al otro lado del paisaje.
El mundo cambia de color: es como el eco
del mundo. Eco distante
que tú estremeces, traspasando
las últimas fronteras de la tarde.




 Autor Vicente Gerbasi

BOSQUE DE MÚSICA


Mi ser fluye en tu música,

bosque dormido en el tiempo,

rendido a la nostalgia de los lagos del cielo.

¿cómo olvidar que soy oculta melodía

y tu adusta penumbra voz de los misterios?

He interrogado los aires que besan la sombra,

he oído en el silencio tristes fuentes perdidas,

y todo eleva mis sueños a músicas celestes.

Voy con las primaveras que te visitan de noche,

que dan vida a las flores en tus sombras azules

y me revelan el vago sufrir de tus secretos.

Tu sopor de luciérnagas es lenta astronomía

que gira en mi susurro de follaje en el viento

y alas da a los suspiros de las almas que escondes.

¿Murió aquí el cazador, al pie de las orquídeas,

el cazador nostálgico por tu magia embriagado?

Oh, bosque: tú que sabes vivir de soledades

¿adonde va en la noche el hondo suspirar?




Alexis Coald
SECRETOS EN EL BOSQUE
Espacios pequeñitos de luz filtrada,
iluminando bosques,
secretos de luna buscando el agua,
pájaros errantes volando en busca del sol,
cae la noche vestida de gala,
cae la noche vistiendo estrellas azules.

Soledades de luna peinando cometas ya viejos,
secretos antiguos despertando almas,
tu reflejo de plata, tu reflejo en mis ojos.

Pulcritud de silencios delirando sueños,
espectros oscuros iluminando noches,
tu voz de silencio, tu rostro dormido.

Mariposa de noche,
batiendo alas perfectas,
sutil canto de insectos,
en rocas mojadas.

Solo habla la soledad,
de este silencio tan silencio,
que recorre bosques inmensos,
entre hojas mecidas por el viento.

A lo lejos…

Solo el bosque habla,
y mis ojos se convierten en dos ríos,
que no llegan a conmover tu alma.




Pablo Neruda

Al bosque mío entro con raíces,
con mi fecundidad: De dónde
vienes?, me pregunta
una hoja verde y ancha como un mapa.
Yo no respondo. Allí
es húmedo el terreno
y mis botas se clavan, buscan algo,
golpean para que abran,
pero la tierra calla.
Callará hasta que yo comience a ser
substancia muerta y viva, enredadera,
feroz tronco del árbol erizado
o copa temblorosa.
Calla la tierra para que no sepan
sus nombres diferentes, ni su extendido idioma,
calla porque trabaja
recibiendo y naciendo:
cuanto muere recoge
como una anciana hambrienta:
todo se pudre en ella,
hasta la sombra,
el rayo,
los duros esqueletos,
el agua, la ceniza,
todo se une al rocío,
a la negra llovizna
de la selva.
El mismo sol se pudre
y el oro interrumpido
que le arroja
cae en el saco de la selva y pronto
se fundió en la amalgama, se hizo harina,
y su contribución resplandeciente
se oxidó como un arma abandonada.
Vengo a buscar raíces,
las que hallaron
el alimento mineral del bosque,
la substancia
tenaz, el cinc sombrío,
el cobre venenoso.
Esa raíz debe nutrir mi sangre.
Otra encrespada, abajo,
es parte poderosa
del silencio,
se impone como paso de reptil:
avanza devorando,
toca el agua, la bebe,
y sube por el árbol
la orden secreta:
sombrío es el trabajo
para que las estrellas sean verdes.



Pablo Neruda

Naciendo en los bosques

Cuando el arroz retira de la tierra
los granos de su harina,
cuando el trigo endurece sus pequeñas caderas y levanta su
          rostro de mil manos,
a la enramada donde la mujer y el hombre se enlazan acudo,
para tocar el mar innumerable
de lo que continúa.

Yo no soy hermano del utensilio llevado en la marea
como en una cuna de nácar combatido:
no tiemblo en la comarca de los agonizantes despojos,
no despierto en el golpe de las tinieblas asustadas
por el ronco pecíolo de la campana repentina,
no puedo ser, no soy el pasajero
bajo cuyos zapatos los últimos reductos del viento palpitan
y rígidas retornan las olas del tiempo a morir.

Llevo en mi mano la paloma que duerme reclinada en la se-
           milla
y en su fermento espeso de cal y sangre
vive Agosto,
vive el mes extraído de su copa profunda;
con mi mano rodeo la nueva sombra del ala que crece:
la raíz y la pluma que mañana formarán la espesura.

Nunca declina, ni junto al balcón de manos de hierro,
ni en el invierno marítimo de los abandonados, ni en mi paso
          tardío,
el crecimiento inmenso de la gota, ni el párpado que quiere
          ser abierto:
porque para nacer he nacido, para encerrar el paso
de cuanto se aproxima, de cuanto a mi pecho golpea como un
          nuevo
corazón tembloroso.

Vidas recostadas junto a mi traje como palomas paralelas,
o contenidas en mi propia existencia y en mi desordenado
           sonido
para volver a ser, para incautar el aire desnudo de la hoja
y el nacimiento húmedo de la tierra en la guirnalda: hasta
           cuándo
debo volver y ser, hasta cuándo el olor
de las más enterradas flores, de las olas más trituradas
sobre las altas piedras, guardan en mí su patria
para volver a ser furia y perfume?

Hasta cuándo la mano del bosque en la lluvia
me avecina con todas sus agujas
para tejer los altos besos del follaje?
                                                                                Otra vez
escucho aproximarse como el fuego en el humo
nacer de la ceniza terrestre,
la luz llena de pétalos,
                                        y apartando la tierra
en un río de espigas llega el sol a mi boca
como vieja lágrima enterrada que vuelve a ser semilla.


De: Tercera residencia





Existe un bosque

Existe un bosque
que esconde en su rincones
la herida abierta,
como se encubren en plumas
cascarones de vida.

Disfruto de su misterio
y paseo en sus sombras
con el paso mullido,
rodeado de duendes que miran,
con mirada hueca.

Deteniendo en los labios
alguna expresión, también vacía,
el silencio se apodera
del espacio y me regala gozos
donde antes dolía.

Al ver tanto derroche,
tanto vértigo oculto en nidos,
me dejo llevar
cedido ya mi ser a la presencia amada
que cercana me acompaña.

De Wenceslao Fernández